Comentarios como el que hizo el senador Samuel García a su esposa “me casé contigo pa’ mí, no pa’ que andes enseñando”, el presidente Enrique Peña Nieto con “no soy la señora de la casa” o el presidente actual López Obrador diciendo que “la tradición en México es que las hijas son las que más cuidan a los padres, nosotros los hombres somos más desprendidos”, dejan ver como a las mujeres se nos han impuesto roles específicos, dedicadas al hogar, al cuidado y como objetos que le pertenecen a sus dueños. Además del machismo inmerso en nuestra sociedad, las instituciones religiosas son el principal obstáculo para que las mujeres puedan decidir sobre su cuerpo en cuestión de interrupción legal del embarazo, ya que rigen moralmente la forma de actuar y pensar de la mayor parte de la sociedad. Esto también ha incidido en el acceso a educación sexual de mujeres, jóvenes y niños, así como la disponibilidad de anticonceptivos o la comunicación familiar que ha llevado a que México ocupe el primer lugar en embarazos adolescentes.

La estructura patriarcal tiene raíces profundas, históricamente como menciona Gerda Lerner, aquellos que poseían los medios de producción podían dominar a quienes no los poseían, así fue como los hombres al ser los propietarios de estos medios tenían la facultad de permitir o negar el acceso a los recursos a las mujeres, además distintos aspectos sobre sus cuerpos estaban controlados por otros. En la actualidad esa relación de poder que viene desde las instituciones políticas y religiosas que rigen nuestras conductas y creencias, sigue expresándose sobre un cuerpo y ese cuerpo es el de las mujeres.

Nos podríamos imaginar que las decisiones que tomamos en nuestra vida dependieran de otros, por ejemplo ¿qué deporte practicar?, ¿qué tipo de ropa usar?, ¿qué carrera universitaria cursar?. Las mujeres a lo largo de nuestras vidas nos hemos visto frenadas  por distintos aspectos como las normas sociales y morales del ¿qué dirán?, que nos dicen cómo debemos ser, actuar o vestirnos. Desde niñas nos enseñan a complacer a los demás, a hacer lo que se espera de nosotras, “las niñas no juegan fútbol”, “las niñas no gritan”, “las niñas no pelean”, “las niñas ayudan en casa”, “las niñas no hacen esto o lo otro”, hemos crecido escuchando muchas frases de este tipo, incluso cuando ya somos mayores de edad.

Cuando estaba en proceso de elegir carrera profesional para entrar a la universidad, escuché constantemente opiniones –no solicitadas– sobre porque elegir o no la carrera que yo deseaba: Arquitectura; “dicen que es muy difícil para las mujeres”, “tienes que lidiar con muchos hombres”, “y si mejor estudias diseño gráfico”. Sobre nuestros cuerpos se han impuesto normas sociales que se pueden observar en los estereotipos y roles de género que impactan en la publicidad, la música, los juguetes, incluso en los colores y productos diferenciados para mujeres y hombres. Muchos aspectos de nuestras vidas están condicionados a relaciones de poder que minimiza nuestra voz y nuestras acciones como mujeres.

El 28 de septiembre fue el Día de Acción Global por el acceso al Aborto Legal y Seguro, esta es una lucha por el derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos, una lucha histórica. Para mí esto va desde cosas muy simples como decidir qué ropa usar sin miedo a ser acosadas hasta más complejas como la educación sexual o la interrupción del embarazo. Es momento que nos dejen decidir a nosotras por nuestras abuelas, por nuestras madres y por nuestras hijas o futuras hijas si así lo decidimos, por eso hoy gritamos fuerte “aborto sí, aborto no, eso lo decido yo”.